Hay bichos feos y después están los caracoles. No tengo mucho en contra de ellos si se mantienen por el suelo, sólo me molestan cuando están cocinados y alguien los come, aunque supongo que a los caracoles les molestará más que a mi verse así.
Es curioso cómo los humanizamos cuando siendo niños los pintamos con sus ojos grandes y sus bocas sonrientes, y luego en la realidad ni les vemos los ojos ni la boca. De pequeños pintamos la realidad como nos la enseñan los adultos o la televisión, y no me imagino a un niño mirando un caracol real y pintando uno con ojos, porque los niños, que suelen decir la verdad, si mienten, no lo hacen tan mal.
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