Lleva muchos años haciendo de frontera entre la calle y la casa y sigue donde la pusieron, aunque mucho mas vieja. Su trabajo no es fácil y nunca lo ha sido, guardando el hogar de miradas extrañas y de visitas desagradables, manteniéndose firme frente a la lluvia y el sol, que han hecho todo lo posible por tumbarla. Se ha conformado con un poco de pintura de vez en cuando, y su experiencia se puede ver en las gruesas grietas que el tiempo ha abierto en su espesa piel formada por decenas de capas de esa pintura. Ha soportado el golpeo de cientos de manos que querían entrar y la mirada de decenas de ojos que la atravesaban. Vivir en la frontera es difícil, ser la frontera es un reto distinto cada día.
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