Un veintiocho de diciembre hace frío en Badajoz. Al amanecer, la misteriosa niebla que moja los huesos parece más propia de una historia de Sherlock Holmes ambientada en las calles de Londres, pero seguramente el Guadiana, la vega que riega y los pantanos que llena produzca más niebla que el Támesis. Pero el Sol premia pronto a los valientes que deciden salir de casa, y hoy va a haber muchos valientes en la calle y en los bares. El veintiocho de diciembre es el día de los inocentes, pero ya pocos se acuerdan de eso, ni si quiera el periódico HOY escribe ya la tradicional noticia falsa. Hoy es día de cumpleaños importantes y de reuniones de amigos, de salir con el abrigo y la bufanda y volver mañana sin ellos. Es día de comer sin conocimiento y de beber intentando no perderlo, de bailes arrítmicos y abrazos que saltan los botones de la camisa, de pantalones pringados y zapatillas sucias. Hoy es día de reír con los recuerdos y de crear otros nuevos para futuras risas en futuros veintiochos de diciembre. Y es que los recuerdos combaten el frío mejor que los guantes de lana.
La tarde cae pronto como es propio de un Sol que tiene prisas por terminar el año, pero los amigos hoy no están para darse cuenta de que ya anochece y de que sobre el Guadiana se vive un momento mágico. El frío de diciembre oscurece el azul del cielo y el Sol calienta el horizonte tiñendo de rojo Portugal. Las escasas lluvias de este otoño mantienen las aguas del río tranquilas, bajando lentamente hasta la frontera sin hacer ruido. Una postal que pocos esperan.
Hoy es el día de los culpables. Culpables de disfrutar como si no hubiera mañana. Culpables de buscar cada año el atardecer sobre el Guadiana para después querer verlo desde los bares. Culpables de perder la bufanda y la vergüenza. Culpables de tener que abrir un agujero más en el cinturón y querer cerrar el del bolsillo. Culpables de desayunar café y tostadas sin haber dormido y con el pelo mojado por la nueva niebla. Por todas esas cosas y muchas más, el veintiocho de diciembre no puede ser el día de los inocentes. Quién quiera comprobarlo le guardaremos un hueco el año que viene. Que traiga unos calcetines gordos y la cartera llena.
P.D.: Este año yo no he podido ser uno de los culpables, y mi amiga Samanta me manda esta foto que ayuda a consolarme.
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