jueves, 23 de enero de 2014

Mañana en el museo 04/01/14

Es una mañana agradable en Mijas. Un autobús descarga una excursión de pacientes turistas japoneses junto al Ayuntamiento. Las pocas nubes no llegan a tapar suficientemente el sol, y las japonesas bajan con unas viseras enormes en sus cabezas que impiden que se pongan morenas. Es enero, pero en enero y con sol la temperatura llega a veinte grados, y el calor se nota en la piel. Los japoneses se unen a un grupo de rusos en pantalón corto y zapatos de piel de rejilla. Los rusos no tienen miedo de ponerse morenos y enseñan cacha. Algunos llevan camisas hawaianas que pegan poco en Mijas, como pegaría poco cualquier cosa que nosotros decidiéramos ponernos en enero en Moscú. Se arremolinan junto a los famosos y turísticos burro-taxi, que ya trabajan más haciéndose fotos que paseando turistas, pero siguen atrayendo la curiosidad de los visitantes. Los japoneses van acercándose sin hacer ruido y sin hablar, formando grupos que van adentrándose entre los rusos a base de codos. Están acostumbrados a ganarse un hueco entre los demás, en un metro atestado camino del trabajo, por ejemplo. Los grandes rusos hacen fotos con pequeños Iphones mientras que los pequeños japos disparan con réflex que pesan casi dos kilos entre cámara y óptica. Dejan tranquilos a los burros y se van acercando al mirador, desde el que se divisa toda la línea de la costa llena de edificios. El ambiente se mantiene casi como en un museo, y el silencio sólo se rompe por las explicaciones que dan los guías a las preguntas de los turistas. Es una mañana agradable en Mijas, como la de ayer o como la de mañana. El tiempo parece avanzar poco entre las calles encaladas que bajan o suben por la sierra. Los turistas van subiendo a sus autobuses como llegaron, han alterado poco la tranquilidad de un pueblo que hoy es el museo que parece ser. Los lugares turísticos son así, los turistas los convertimos en museos.



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