Desde las centrales eléctricas hasta nuestras casas, cientos de kilómetros de cables nos traen la energía con la que enfriamos, calentamos, alumbramos o trabajamos. Toda una tela de araña de conexiones que nos permiten llevar nuestra vida actual. Cualquier corte en cualquier parte de la red nos lleva a la edad de las velas, y de pronto no podemos hacer nada, pues todo depende de la electricidad. Hoy hasta muchas líneas de teléfono funcionan a través de internet, así que ni si quiera podríamos llamar como antaño, para preguntar a todo el mundo si el corte era general o solo afectaba a nuestro barrio y para contar todas y cada una de las cosas que no podíamos hacer por no tener electricidad. Nos toca usar esas velas aromáticas que tenemos de decoración, esas linternas con las pilas sulfatadas o esas otras con dinamos manuales. Los apagones son cada día menos frecuentes, y por eso mismo cuando se producen estamos menos preparados para soportarlos.
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