Noches de agosto en las que el calor seca la boca y moja las sábanas. La ventana abierta y la persiana recogida invitando al aire a pasar solo consiguen que la habitación se llene de luz de la luna y las farolas. La humedad fresca de una ducha reciente se torna rápidamente sudor tibio. Los mosquitos campan a sus anchas por el espacio aéreo sobre la cama y el ventilador remueve el pesado aire aliviando instantáneamente. No hay quien duerma en una noche asi. Solo pido que llegue pronto el invierno para dormir arropado hasta los ojos, cuando el verano sea un recuerdo tan lejano como para poder echarlo otra vez de menos.
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