El inconfundible sonido de su armónica anuncia su presencia desde lejos, dando tiempo suficiente para buscar por la casa los cuchillos y las tijeras que de tanto uso se han ido desgastando con el tiempo. Mucho han cambiado las cosas desde que recorría las calles con su bicicleta, y la piedra ya no gira por su fuerza en los pedales si no con el motor de su motocicleta. Le cuesta menos trabajo afilar el acero gastado pero también hay mucho menos trabajo para afilar acero. Pocos compran cuchillos para los que merezca la pena gastar más dinero en mantener listo su filo que en comprar unos nuenoz, y la mayoría de los baratos y modernos no tienen calidad para recuperar su filo una y otra vez.
Para el sonido de la armónica y empieza el de las chispas de acero al rozar la piedra, unos sonidos cada vez difíciles de encontrar. Ya no se hacen colas junto a las chispas y el afilador saca cada vez menos la piedra de casa. Son sonidos de otra época en la que los oficios eran para toda la vida, como los cuchillos.
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