No solemos ver las dificultades hasta que no las tenemos encima. Pensamos que los problemas son menores cuando los llevan otros y tendemos a suponer que los demás son más débiles que nosotros cuando los escuchamos quejarse por algo que ellos sufren y nosotros no, hasta que por casualidades de la vida nos toca sufrir lo mismo. No es fácil ponerse en la piel del otro hasta que la piel del otro es la nuestra y es así como nos damos cuenta de la verdadera dimensión de los problemas. No sabemos lo difícil que es ir por el mundo con una silla de ruedas o un cochecito de bebé hasta que no intentamos hacerlo y encontramos coches aparcados en las rampas "sólo un minuto", escalones imposibles, puertas estrechas y farolas en el medio. Y como éste simple ejemplo, cualquier otro problema del mundo.
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