Es domingo y es primavera, así que el campo está lleno de flores, espárragos y paseantes. Hace el suficiente calor como para que todo resplandezca a los lados del camino, pero no tanto como para sudar si te paras al sol. Pasan algunas bicicletas que no levantan polvo, ya que ha llovido algo en los últimos días, en un invierno en el que ha llovido razonablemente bien. La gente se cruza y algunos se saludan mientras se miran con suspicacia. Llevan manojos de espárragos en las manos, y unos manojos son mucho más abultados que otros. El campo tiene muchos rincones y hay quién los conoce bien, guardando en secreto en cuáles de esos rincones están las mejores esparragueras, visitándolas domingo tras domingo esperando que la cena haya vuelto a crecer en el mismo lugar. Algunos llevan espárragos para hacerse una tortilla, pero otros llevan para hacer tortillas para ellos y para sus hermanos, padres, hijos, sobrinos y todavía les sobra para el vecino del tercero. Llegar con espárragos a casa es llegar con un trofeo, y hay quien no se conforman con una medalla, necesita la pechera llena. Pero bueno, mientras hayan pasado el día paseando y disfrutado del campo sin dejar destrozos tras sus pasos, dejaremos que vuelvan el próximo domingo, porque con este sol seguro que ha vuelto a crecer la cena.
P.D.: Creo que estos espárragos fueron la cena de Alberto y María. Gracias por la foto.
P.D.: Creo que estos espárragos fueron la cena de Alberto y María. Gracias por la foto.
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