martes, 27 de mayo de 2014

Don Federico Relimpio 14/05/14

Don Federico siempre llevó los zapatos brillantes, el traje planchado y los puños de la camisa de un blanco impoluto. Tenía una habilidad especial sorteando los charcos y los regalos que iban dejando atrás perros, vacas y caballos, y jamás llegó a manchar ni la punta del bastón. Tras su paso, la calle seguía oliendo a él por un rato y los vecinos podían buscarle por el pueblo, gracias al rastro fresco de su colonia en las esquinas. Su barba estuvo siempre recién afeitada y su pelo siempre recién peinado ya fuera a trabajar, o ya viniera trabajado, y su blanca dentadura jamás perdió la sonrisa ni el color. Era tan limpio que le cambiaron el apellido y le pusieron Relimpio, y ya nadie se acuerda del que heredó de su padre. En su honor pusieron nombre a una calle y en ella nadie se atreve a sacar la basura a la puerta ni a pasar con el coche camino del lavadero, sólo pasan cuando vienen de vuelta. Los perros doblan la esquina para alejarse al dejar su rastro y para buscar el de otros y hasta el viento mantiene a raya los papeles y bolsas que suele mover por otras calles del pueblo. Don Federico y su limpieza siguen presente en la calle aunque haga años que pasó por última vez.

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