Me da la sensación de que estamos perdiendo el uso de los refranes, o al menos yo los escucho cada vez menos. Y eso que tenemos un refranero casi infinito con una frase lapidaria adaptada a cada situación, porque nada queda mejor para cerrar una conversación y darla por finiquitada que soltar un refrán. Algunos no los llegamos a entender del todo, pero los soltamos sabiendo que el otro tampoco lo entenderá y se quedará callado. Un refrán sólo se puede combatir con otro, y hasta en eso tenemos un amplio catálogo. Diremos "A quién madruga, Dios le ayuda" cuando queramos que otro se levante temprano, y nos contestará "no por mucho madrugar amanece más temprano", porque no tendrá intención de hacerlo. Cuando tenemos grandes males, solemos anunciar grandes remedios, aunque estaremos rezando para que el remedio no sea peor que la enfermedad. A veces decimos que "la cara es el espejo del alma" cuando lo que estamos pensando en realidad es que "las apariencias engañan". Por el mes en el que estamos toca decir "en abril, aguas mil", pero si alguien lo continua y me dice "y caben en un barril", yo al menos no se a qué atenerme.
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