lunes, 18 de noviembre de 2013

Bajar el telón 17/11/13

En los cines modernos no hay telones que bajar, pero aún así están todos al borde de bajarlos por última vez. Es una pena ir al cine en fin de semana y encontrarse una sala con cinco o diez personas como mucho, y de los días de diario mejor ni hablamos, pero lo que es una verdadera pena es que una entrada cueste siete u ocho euros. Yo siempre he ido mucho al cine, durante años al menos una vez a la semana, pero ahora no podría decir cuándo fue la última vez que fui, porque hace meses. Siento una sensación familiar al hablar de este tema, como si ya lo hubiera tratado aquí, aunque he estado mirando atrás y no encuentro nada, así que voy a hacerlo o a volver a hacerlo, que creo que no está de más. Algo se nos escapa a los que comprábamos las entradas y deberíamos seguir comprándolas, porque no es lógico que los proyectores prefieran tener las salas vacías, o con cinco personas que pagan siete euros, cuando seguro que a tres euros llenarían al menos la mitad de la sala. En los últimos días han hecho un experimento que ha resultado muy positivo, poniendo las entradas a tres euros y se han llenado cines por toda España. Está claro que esa asistencia no se mantendría a largo plazo ya que la mayoría ha entendido esos días como únicos, sabiendo que después iban a volver los precios normales, pero creo que media sala llena es una cifra realista. Es fácil echar cuentas para saber que a la mitad de precio seguramente ganaría más del triple, así que como digo, algo se nos debe escapar para que nosotros lo veamos y los que quieren ganar dinero con este negocio no lo hagan. El cine no es como servir comida, que por cada plato que sirves tienes unos gastos fijos, porque la película ya la tienes que proyectar en el momento que vaya una sola persona, así que a partir de la segunda persona casi todo es beneficio. Que no vengan con la excusa de que la subida del IVA se ha cargado el cine porque no es así, aunque como cualquier subida de impuestos evidentemente perjudica, pero si el IVA bajara del 21% al 10%, en el precio de la entrada no supondría más de sesenta céntimos, que es cierto que es algo considerable pero no definitivo. Lo que si ha perjudicado mucho son las descargas ilegales a través de internet, pero aunque sean ilegales es lógico que la gente recurra a ellas masivamente cuando el cine para una pareja cuesta catorce euros, y el salón de su casa es gratis. Está claro que no es lo mismo ver una película en un sitio o en el otro, pero hay mucha diferencia de precio como para pensárselo. Si los precios fueran otros, la gente descargaría menos películas, pero por contra, si de alguna forma mágica se consiguieran impedir las descargas ilegales los cines no se llenarían a estos precios, porque ahora la oferta viene de muchas partes, como series de mucha calidad y películas más o menos recientes en la televisión convencional o en las televisiones por satélite. 

Ir al cine es un acto complejo, no supone solamente ver la película. Supone quedar con alguien, hacer cola con cierta ansiedad por entrar, sentarse en una butaca, estar rodeado de otra gente que va a disfrutar de lo mismo que tu y que te transmite sus emociones, ser molestado por el que come palomitas, disfrutar de un sonido impresionante y de una pantalla inmensa, ver los créditos hasta el final... Todo eso es lo que uno busca fuera de la comodidad de su casa, pero con los precios de hoy y la competencia leal o desleal que existe, lo estamos dejando de buscar. Creo que la industria necesita una profunda y humilde reflexión al respecto, y no puede echar la culpa al cliente sin más, porque tengan razón ellos o nosotros, lo cierto es que se están quedando solos, y si es así es porque en algo se están equivocando. No pueden obligar al público a comprar su producto, tienen que hacerlo atractivo, y eso no significa el engaño del cine en tres dimensiones a un precio más caro todavía. A los que nos gusta el cine queremos seguir disfrutando de él en su casa y no en la nuestra, pero no a cualquier precio, y a estos precios preferimos nuestras cortinas que sus telones.



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