viernes, 15 de noviembre de 2013

Media hora de regalo 14/11/13

Me considero afortunado en mi trabajo. Soy aparejador y no he dejado de trabajar desde que terminé de estudiar, y eso, dada la situación actual es complicado. También es cierto que siendo autónomo nadie te puede despedir, y yo lo soy, pero conozco muchos compañeros que han perdido el trabajo en los últimos años, y otros muchos que siendo autónomos tienen más gastos que ingresos y viven de los ahorros. Me siento afortunado porque trabajo y porque mi trabajo me lleva a estar mucho tiempo en la calle y eso me permite conocer pueblos y lugares maravillosos. Se que mucha gente no estaría muy contenta porque supone muchas horas de coche, pero hay que ser positivo, y como digo siempre, disfrutar de lo que nos rodea. Todos los pueblos tienen su encanto y siempre se pueden sacar cinco minutos para hacer turismo laboral.

Hoy tenía una buena ruta. Había quedado con varios clientes en lugares distantes pero lo había planificado bien para llegar con tiempo a todos lados. Eran ya las once de la mañana y la ruta me había llevado por una estrecha carretera hasta una pequeña barriada a media hora del pueblo más cercano. Al llegar encuentro una puerta verde cerrada y un candado por fuera, lo que me hace temer lo peor. Al otro lado del teléfono escucho cuentos para no dormir y me dicen que en diez minutos estarán abriendo la puerta, pero yo se que el pueblo está a media hora y que me esperan treinta minutos en los que me iré enfadando poco a poco. En mi trabajo no me gusta esperar ni que me esperen, y esta media hora que me tocará estar mirando el reloj supondrá que más tarde otro me esperará a mi media hora. Decido dar un paseo para no estar treinta minutos intentando derribar la puerta verde con la mirada y empiezo a respirar para tranquilizarme. Encuentro un campo todavía marrón por las pocas lluvias, y el ruido lejano del agua me lleva hasta un riachuelo todavía escaso pero con ganas de crecer. Un pastor me saluda mientras intenta identificarme dentro de las familias de la zona. El de aquí es un cielo azul de aire puro, que lejos de la ciudad cubre unos montes verticales de piedra gris. Un perro que tampoco me conoce me ladra a lo lejos. Pienso en las veces que he pasado por aquí y no he parado a mirar, o si he mirado pero no lo suficiente. Escucho el primer coche que se acerca desde que llegué, y al mirar el reloj descubro que ya ha pasado la media hora. Vienen a abrir la puerta verde y creo que hasta me enfado por ello. Hoy no me han hecho esperar, me han regalado media hora de vida.


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