Las aceitunas están ya que se caen de los olivos. Pasear por el campo es ahora un espectáculo al ver esos árboles pequeños cargados de frutos, frutos que están tan presentes en nuestra vida y en nuestra cultura que son uno de los símbolos que mejor la representan. Este gran mercado que siempre fue el Mediterráneo llevó barcos de unas orillas a otras, cargados de semillas primero y de aceite más tarde, en un comercio continuo que nos unió y nos enfrentó desde que comenzamos a ser lo que hoy somos. La rama olivo que lleva la paloma blanca como símbolo de la paz y la corona que se pone a los vencedores como símbolo de la victoria, antes a los guerreros, hoy sólo a los deportistas, son ejemplos de que está presente en nuestra cultura, desde la paz hasta la guerra. El aceite de oliva es usado en las tres grandes religiones nacidas alrededor de este mar, básico en la alimentación y en muchos ritos fundamentales a las mismas. Los campos de olivos nos rodean en el sur, las aceitunas están presentes siempre en nuestras mesas y el aceite nunca falta en nuestra comida.
España es el principal productor de aceite de oliva del mundo con más de la mitad de la producción mundial. Casi todos los años duplicamos al siguiente país que es Italia, y sin embargo ellos han sabido exportarlo mucho mejor, sobre todo a través de su infinita red de restaurantes italianos extendida por todo el mundo. Es curioso que parte de nuestro aceite se lo vendamos a ellos a granel y que ellos lo envasen en una botella bonita y lo exporten por todo el mundo como propio, a un precio muy superior. Casi igual operación se hacía durante el Imperio Romano, cuando el apreciado aceite de la Bética cruzaba el mar para alimentar a Roma y a las legiones que ésta repartía por el continente. No nos gusta perder las costumbres.
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