domingo, 17 de noviembre de 2013
Diferenciarse o morir 15/11/13
Poner un negocio nuevo siempre es difícil. Atraer clientes en un lugar en el que ya existen negocios similares al que tu vas a poner es un trabajo complejo, y hay que recurrir a la imaginación mientras te haces un hueco en el mercado, más aún si cabe en una época en que hay más competencia que audiencia. Lo primero que ve un cliente potencial es la fachada del negocio, y en la fachada es importante resaltar el nombre, para que se grabe en la memoria y el cliente contento sea capaz de hacer publicidad gratuita. Hay que ser original con dicho nombre, y con esto no me refiero a poner Bar Tolo o Ancá Paco, que ya están muy vistos y hace décadas que no hacen gracia. Ahora están de moda las vinotecas, las cervezotecas, las gintonerías, las tapeterías y los gastrobares. Yo he llegado a ver una tatuajería, y no es broma. Si alguien pregunta qué es una vinoteca, le podemos decir que es un lugar nuevo donde sirven o venden vinos. Nos dirán que eso no es nuevo, que ya existía y se llamaba bodega, pero no es lo mismo. Aquí pasa como con los nombres en inglés, que renombramos cosas que ya tenemos con nombres nuevos porque los nombres antiguos suenan a antiguos. Una bodega es un bar viejo con sillas de anea, baldosas de barro y carteles de toros. Además el vino lo sirven por chatos. Una vinoteca es casi un museo, con sillas de diseño, suelo porcelánico y paredes blancas. Y el vino lo sirven en copa. Un gastrobar es un restaurante, pero a la vez no lo es. En un gastrobar sabes que vas a encontrar cocina moderna, a precios razonables y en un ambiente distendido. Es algo entre el bar de toda la vida y un restaurante moderno. Por eso se inventan un nombre nuevo, para diferenciarse del resto, porque hay que especializarse y diferenciarse para poder competir y es una forma de atraer a un público distinto. Creo que no hace falta que ponga más ejemplos intentando desacreditar esta tendencia porque tampoco es justo. Por un lado me parece un poco ridícula, pero lo entiendo porque encuentro una explicación convincente. Incluso yo haría lo mismo si tuviera la ocasión aunque aceptaría que se rieran de mi por ir de moderno. Pero hay ejemplos que son excesivamente ridículos y no merecen compasión, como lo de la tatuajería. Debe ser porque yo soy más propenso a ir de cañas y de tapas que a ir de tatuajes. A los bares les perdono cualquier cosa. Hasta el nombre.
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