lunes, 25 de noviembre de 2013

La sonrisa del sábado 23/11/13

Hay días en los que las sábanas no pesan y apagamos el despertador con una sonrisa o en los que ni si quiera necesitamos despertador. A mi no me importa madrugar en fin de semana, aunque intento no hacerlo demasiado, y yo creo que se debe a que nadie me obliga a hacerlo. El trabajo es una obligación, y por mucho que nos guste nuestro trabajo muchos días sentimos una pereza inmensa al despertarnos y pensar que debemos acudir a él. Supongo que será porque como digo es una obligación a la que no podemos faltar y porque se convierte en una rutina pesada. En cambio los días libres los dedicamos a hacer las cosas que nos gustan, que son las que no solemos hacer a diario y por ello no se han convertido en pesadas todavía, y además las hacemos por propio interés, sin que nadie esté esperando a que las hagamos. Los días libres nos salimos de nuestro camino habitual, cortamos los alambres que nos separan de la libertad y corremos por el campo que solemos ver a diario desde el otro lado de la valla. Somos libres por unas horas, y por eso sonreímos más al despertarnos el sábado a las nueve de la mañana que al acostarnos el domingo a las doce de la noche, cuando ya vemos que el lunes está programando de nuevo nuestro despertador. Pero los lunes son necesarios para que sepamos lo afortunados que somos los sábados. Si no hubiera vallas que saltar, no sabríamos apreciar la libertad.


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