Dicen que las apariencias engañan y solemos rechazar a las personas que aparentan ser de una manera y luego son de la contraria. Es normal, no nos gusta ser engañados al dar nuestra confianza a alguien que pensamos conocer. No hay nada peor que sufrir ese tipo de engaños y sentirnos traicionados por un extraño que descubrimos dentro de un amigo.
Sin embargo las apariencias son importantes en muchas otras situaciones en las que es muy positivo disfrazar las cosas para hacerlas más atractivas. Un ejemplo es la comida, ya que principalmente comemos con los ojos y la boca acepta todo lo que los ojos le imponen. Hacemos las comidas atractivas a la vista cuando sabemos que no lo son o cuando queremos que el buen sabor en la boca lo notemos antes en los ojos. La cocina moderna cuida tanto la presentación como la calidad en los productos y los buenos sabores. Esto es algo que ya sabían las madres, y ahora también muchos padres, que disfrazaban las comidas para que los niños abrieran los ojos como platos antes de abrir la boca para vaciar los platos, convirtiendo un mal rato en un buen juego. Un gran esfuerzo con el que hemos aprendido a comer cosas que no habríamos probado de otra forma. ¿ Qué niño se puede resistir a comerse un Fórmula 1? A veces es bueno que las apariencias engañen.
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