Para ser bueno en cualquier campo se necesita trabajo, mucho trabajo, pero en algunos además se necesita talento. En el arte por ejemplo se necesitan ambas cosas, y alguien sin talento no será nadie por mucho empeño que ponga, porque el arte no se aprende. Se nace con él y se fomenta con trabajo duro, pero por mucho que trabajes si no has nacido para ser artista no lo serás. Uno se imagina a Velázquez de niño haciendo garabatos con carbón en una pared, y años mas tarde pintando Las Meninas durante meses de concienzudo perfeccionismo. Talento y trabajo. Igual podemos imaginar a Miguel Ángel lanzando el martillo contra la estatua de Moisés, al que solo le faltaba hablar después de un tiempo infinito siendo esculpido en mármol. Trabajo y talento. Por desgracia las cosas han cambiado mucho en el mundo de arte, como dice un gran amigo: "el arte contemporáneo, ese mundo lleno de sinvergüenzas". Que no me intenten vender la moto con que lo que se hace hoy día es arte como el de los ejemplos de atrás cuando no lo es. Hemos llegado a un punto en el que con tal de sorprender se llama arte a un montón de escombros o un lienzo en blanco, y esto me recuerda demasiado al cuento del rey desnudo, y aquí pocos se atreven a levantar la voz como lo hizo el niño. Hoy no se requiere ni talento ni trabajo para ser artista, aunque hay muchas excepciones con con artistas como los pintores Antonio López o Eduardo Naranjo, que son contemporáneos que no hacen pintura contemporánea. Pensándolo mejor se sigue necesitando mucho talento y trabajo para ser artista, aunque sea solo para convencernos de que lo que nos venden es arte.
P.D: la foto es una escultura del Papa Juan Pablo II.
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