lunes, 28 de octubre de 2013

Ser distinto 26/10/13

Ser distinto no es fácil, sobre todo mientras eres niño y no has conseguido la madurez suficiente como para que te deje de importar serlo. Ser más alto o más bajo de lo normal, más gordo o más flaco, más listo o menos, más negro o más blanco o tener cualquier cosa que te diferencie del resto, puede suponer un trauma para cualquier niño cuando éste se da cuenta, que suele coincidir cuando los demás se lo ponen de manifiesto. Los niños pueden ser muy crueles, aunque en la mayoría de los casos lo son por esa inocente maldad que tienen y que utilizan sin saber el daño que causan. Esa maldad va cambiando con los años, y la mayoría aprende a utilizarla solamente cuando de verdad quiere hacer daño, y no a discreción. Mientras que el sufrimiento también evoluciona con los años, y pasa a importar poco o nada, cuando el diferente se da cuenta de que no es él el diferente, si no que todos somos distintos a todos. Tampoco es que la vida sea literalmente como el cuento de "El patito feo", y pocas veces lo que nos hace singulares pasa de ser una dificultad a ser una ventaja, simplemente dejamos de darle importancia a esos problemas de críos.

Llegados a adultos deja de importarnos tener las orejas más grandes o los ojos más pequeños, pero muchos seguimos buscando diferencias nuevas en los demás, esta vez comportándonos con verdadera maldad y sin ningún tipo de inocencia. Ser de un país distinto, de un color distinto, de unas ideas distintas o que nos gusten los hombres o las mujeres, son los nuevos motivos que tenemos para diferenciarnos de los otros. Nos metemos en la vida de los demás como si ésta afectara a la nuestra, pero ¿no nos damos cuenta de que ya tenemos problemas suficientes cada uno como para buscar más en los demás? O a lo mejor se trata de eso, de intentar crear problemas en los que no los tienen para sentirnos mejor con los nuestros.

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