martes, 8 de octubre de 2013

Una de miedo 07/10/13

Por mi trabajo visito muchas casas y eso me lleva a vivir situaciones de lo más variopintas. En muchas ocasiones lo hago solo, lo que puede convertir las visitas en momentos para recordar, o para intentar olvidar. Hay casas que parecen sacadas de una película de terror, y momentos en los que pienso que si yo viera una película en la que saliera alguien como yo paseando por una casa como esa pensaría que cumple con todos los tópicos del cine de sustos y muertes, y que sería el siguiente en morir.

Hay casas en las que la puerta pesa tanto y es tan antigua que roza el suelo y cuesta abrir para entrar, y para salir. En las que el suelo de madera cruje al pisar y el eco vuelve de varias direcciones, ocupando el silencio con ruidos inexplicables. En las que las persianas están rotas y sólo dejan entrar la luz por pequeños agujeritos que dan forma de líneas blancas al polvo flotante. En las que de los techos caen restos de madera carcomida justo al pasar por debajo. En las que las telarañas parecen algodón de azúcar, y se pegan a la cara al pasar por cada puerta y pasillo. En las que hay figuras de vírgenes dolientes presidiendo el salón, con los colores borrados por la humedad. En las que hay muñecas antiguas del tamaño de una niña pequeña con el pelo cardado de tanto peinarlas, acostadas sobre camas combadas por el peso de los años. En las que la luz está cortada, y hay que guiar el paso con el flash del teléfono móvil, haciendo fotos a lo desconocido y dejando más sombras que luces. En  las que intentas ir pegado a la pared para protegerte del frío que notas en la espalda. En las que las escaleras siempre tienen un espejo a la vuelta. En las que las palomas juegan contigo al ratón y al gato, y las oyes pero nunca las ves. En las que si se te cae el bolígrafo y rueda por el dormitorio, no vas a agacharte a buscarlo, porque supondría tener que levantar la colcha y comprobar qué hay debajo de la cama. En las que hay armarios con las puertas entreabiertas y dentro solo se ven bolsas de basura. Y en las que para colmo, cuando cruzas una puerta en el fondo de la casa, en la última planta bajo el tejado, encuentras una silla de ruedas en mitad de una habitación, mirando hacia la ventana. Y piensas que tienes que volver atrás, recorriendo de nuevo toda la casa y dejando atrás todo lo que has visto, y lo que no has visto pero has imaginado, y tendrás que volver a arrastrar la puerta para salir, mientras notas como te miran desde las paredes las fotos antiguas, metiéndote prisa. La realidad siempre supera a la ficción.


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