miércoles, 26 de febrero de 2014

La verdad está ahí fuera 07/02/14

Es de noche y te despiertas en mitad de un sueño, o de una pesadilla. No lo tienes muy claro aunque la estuvieras viviendo hace sólo unos segundos. Lo que tienes claro es que algo te  ha despertado de forma brusca y tienes el corazón latiendo tan fuente que puedes escuchar sus golpes en las costillas. Algo te ha sacado del mal rato que estabas pasando, y miras a la oscuridad intentando recordar qué te lo hacía pasar tan mal. Parece que hay algo ahí fuera, mirándote desde algún rincón, aunque no oyes nada porque no puede haber nada. No tienes perros ni gatos que vengan a verte, pero algo te hace sentir acompañado y observado. Te repites que no hay nada, que esas cosas sólo pasan en las películas malas de terror, y no te ves con cara de protagonista de una. Aún así sientes la necesidad de taparte con las sábanas, como si una simple tela te pudiera proteger de algo. Te ves a ti mismo como un niño asustado escondiendo los pies dentro de la cama y sin ninguna intención de levantarte al baño, como  tampoco de encender la luz. La lámpara de la mesilla podría confirmarte que estás solo, pero eso supondría sacar la mano de la seguridad de tu refugio y alargar el brazo por la oscuridad hasta la mesilla, y no tienes muchas ganas de hacerlo. Además, quedaría un poco infantil encender una bombilla para perder el miedo a la oscuridad, así que decides acurrucarte contra la almohada e intentar volver a dormir, pero las ganas de dormir se han ido como el recuerdo de qué estabas soñando para haber llegado a esto. Menos mal que escondido debajo de las sábanas te sientes protegido, y piensas que algunas cosas no cambian por mucho que crezcas, como el miedo a lo desconocido, aunque de niños al menos no nos importe reconocerlo.

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