No hay nada más aburrido que ir de compras con alguien a quien le encantan las compras, de esos que entran en todas las tiendas y miran escaparates y estanterías una por una. Es aburrido y desesperante hasta el punto de pensar en el suicidio al descubrir el vacío al final de una larga mirada perdida. Bueno, también es aburrido charlar con alguien que vive obsesionado con el deporte y sólo habla de tablas de ejercicio y de las horas que pasa en el gimnasio. Igual tenemos a los que han descubierto que saben bailar salsa y ya sólo quedan con gente que baila salsa en locales de bailar salsa y hablar de bailar salsa o de otra gente que también baila salsa. Aunque puede ser igual de desesperante entablar conversación con ese amigo que está obsesionado con la alimentación saludable, y que te habla de todos y cada uno de los ingredientes perjudiciales que tiene ese bollo de crema que te estás comiendo. Cuando nos coge por banda ese otro amigo al que le gustan los perros y nos cuenta cómo van criando sus camadas de este año rezamos para que alguien venga a rescatarnos, pero solemos tener la dicha de que sólo venga el loco de la Fórmula 1 que pretende ponernos al día de las nuevas normas que entran en vigor este año sobre las dimensiones de los alerones traseros. Que mala suerte no encontrar a nadie a quién enseñarle las últimas fotos que has hecho o hablarle de tu blog, con lo atentos y callados que se quedan todos al escucharte con interés, ya que tus aficiones sí son animadas, no como las de los demás. O eso quieres creer.
La ecuación suele fallar poco y si no eres tu el que está mirando al vacío por no querer aguantar más el suplicio que te hace sufrir otro, es el otro el que lleva un rato pensando en la nota de despedida.
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