jueves, 6 de febrero de 2014

Hasta cierto punto 17/01/14

Los centros comerciales actuales están diseñados para que pases el día completo en ellls y no tengas que ir a ninguna parte, y si está lloviendo o hace calor en la calle puedas estar todo el día allí paseando y evidentemente, gastando dinero. Es un modelo de negocio lícito como otro cualquiera, y no soy de los que opinan que los centros comerciales son malos porque acaban con el comercio tradicional, porque ellos ofrecen un servicio que la gente acepta gustosa, y le da facilidades que los clientes quieren tener.  Eso no quita que cuando paseas por ellos sientas la extraña sensación de estar en un decorado de cine, una comparación que un día me hizo un amigo de forma muy acertada, y que indudablemente no tienen el encanto de las tradicionales calles comerciales en los centros de las ciudades, pero es que debe haber espacio para todo, o al menos espacio para todo lo que demanden los clientes, y ellos son los que tienen que tener libertad para elegir dónde ir. Uno puede llegar a un centro comercial con la familia en su día libre y pasar la mañana de tiendas, comprando ropa de temporada, comer en uno de sus restaurantes, tomar un café en una de sus cafeterías, llevar a los niños a las zonas de juegos, hacer la compra en el supermercado y pasar por la puerta del cine contándole a los niños que ahí en la antigüedad se iba a ver películas rodeados de gente desconocida, pero que los cines prefieren poner precios tan caros para no tener que limpiar las butacas. 

Están perfectamente equipados porque sus diseñadores han estudiado bien nuestras necesidades, y a parte de tiendas y restaurante podemos encontrar cómodos sillones donde esperar a que otros hagan sus compras, salas de lactancia donde encontrar tranquilidad y cambiadores para que los padres no se sientan incómodos cambiando los pañales a los bebés en público. Lo que no estoy muy seguro es de que alguien se sienta cómodo sentándose mientras alguien le observa de cerca, aunque sea su propio hijo. Creo que es una comodidad que no queremos tener. Comodidades sí, pero hasta cierto punto.

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