Es verano y como todos los veranos hace calor, aunque aquí el calor es mucho más soportable que en Badajoz, sobre todo junto al río. El río es pequeño, estrecho, que en gran parte de su cauce y en esta época no cubre más de las rodillas, pero su agua helada que baja de la sierra es suficiente para que al meter la barriga se nos corte la respiración y para que en los campos más cercanos crezcan tomates, maíz y pimientos. Más allá de esos campos el mundo es muy distinto y la tierra es seca, y las cabras recorren los riscos de pizarra en busca de algunas hiervas sueltas, dejando el terreno minado de Conguitos. Los niños corremos por los caminos de la mañana a la noche, sin reloj, acudiendo a nuestros padres sólo cuando el hambre enciende su alarma en nuestros estómagos. En chanclas, bañador y camiseta corta todo el día, cuando hace calor nos bañamos, cuando nos castañetean los dientes nos secamos al sol. No cargamos con toallas pero sí con navajas y pequeños machetes con los que cortar ramas y abrirnos camino entre las jaras que ocupan los caminos y se pegan a nuestras piernas y ropas hasta el siguiente chapuzón. Son otros tiempos, el lugar es tranquilo y los niños podemos estar todo el día por ahí, sin que nuestros padres se preocupen. Ahora no le daríamos un machete a un niño ni locos, pero llevarían teléfono móvil para preguntar cómo están cada veinte minutos. Nunca nos pasa nada más grave que un raspón en una rodilla que está curando antes de que cualquier adulto pregunte por él. El agua es tan pura que bebemos directamente abriendo la boca mientras nos bañamos y mientras los jarabugos nos hacen cosquillas en las piernas. A veces los pescamos igual que a veces cogemos cangrejos, y no se necesita boya porque los ves morder el anzuelo, sólo necesitas un palo y un metro de sedal atado en la punta. Cada día es una aventura planificada junto a la lumbre del campamento de la noche anterior, cuando el fresco nos obliga a acercarnos a las llamas mientras nuestros padres juegan al dominó. Los días son largos, porque somos niños y es verano, pero al día le faltan horas para nosotros. Niños con machete, fuegos en el campo, tiendas de campaña junto río... son cosas de otros tiempos, cosas prohibidas por la irresponsabilidad de algunos que impide que el resto podamos disfrutarlas. A nosotros nos enseñaron a dejar el campo más limpio al irnos que al llegar, y desde niños hasta recogíamos las basuras que dejaban otros y revisábamos que sus fuegos estuvieran bien apagados, porque el campo era y es nuestra casa.
Aunque los niños hemos crecido y ya no somos como entonces, este paraíso sí lo sigue siendo, pero algunos paraísos están mejor guardados en el recuerdo, a ver si los vamos a convertir en una playa llena de turistas.
P.D.: La foto me la mandan mis padres, que llevan treinta años disfrutando del paraíso.
Ya no bebo del rio, ni ando descalzo, ni escucho el rumor del agua, pero me lo has recordado y si, siempre será nuestro campo… Gracias..un saludo Ricardo...
ResponderEliminarAl menos de vez en cuando vuelves y paseas por los mismos caminos que recorrimos de pequeños, aunque ya no los veamos igual! ¡Un abrazo!
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