martes, 18 de marzo de 2014

Camino de baldosas amarillas 01/03/14

Paseo hoy por el mismo lugar por el que paseaba con diez años. Como Dorothy después del tornado que la sacó de Kansas, me encuentro un camino de baldosas amarillas que seguir, aunque no me acompañan ni un león, ni un espantapájaros ni un hombre de hojalata, si no mi mujer y mi hija Marta. Paseo orgulloso con ellas enseñándoles mi barrio, que ya no es el que era entonces, sin que Marta preste todavía atención a mis palabras, pero sonríe y mira a su alrededor. Antes de haber edificios y baldosas amarillas aquí terminaba la ciudad y empezaba el campo, y todas mis explicaciones son del tipo: "aquí estaba...", "aquí veníamos... "," aquí fue donde...". Todo es tan distinto que realmente parece que un tornado me ha llevado de la tierra que conozco a un reino lejano, pero tampoco he dejado a mi familia resguardada en el sótano, si no que nos esperan en casa para comer, ni vamos en busca  ningún mago. Sólo buscamos a mis amigos de siempre con sus mujeres y con los niños que se van sumando. Antes subíamos en bici por el camino que llevaba a lo alto del cerro y ahora empezamos a empujar carritos sobre las baldosas amarillas. Algunas cosas no cambian después de veinte años, otras mejoran y el resto las recordamos siempre.

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