El nueve de septiembre escribí "Vivir en la cuesta", sobre casas que viven toda su vida en una cuesta, sin venirse abajo, y sobre las personas, que vivimos salvando cuestas todo el año y toda la vida, intentando seguir adelante pese a las dificultades. Hoy he pasado por la misma calle de hace cinco meses, y sólo dos casas más abajo me encuentro con una que está a punto de morir en la cuesta.
Está a punto de darse por vencida después de años de esfuerzo permanente y se viene abajo literalmente. Parece que no aguanta más, y como un enfermo desahuciado han colocado a su alrededor unas cintas de plástico, para que nadie se acerque ni a despedirse. La casa estaba bien hasta hace poco, pero vivir en la cuesta es difícil, y más difícil es vivir sin apoyos, y a éste le quitaron el apoyo sin avisar y sin tiempo para buscar otro. Derribaron la casa de abajo y a lo mejor tocaron más de la cuenta, o a lo mejor se había acostumbrado a vivir con ayuda y no ha sabido vivir sin ella. Esperemos que sus dueños, que seguro que le deben mucho, hagan lo posible por mantenerla en pie.
Vivimos muchas dificultades y en tiempos en los que esas dificultades se multiplican, y si es difícil superarlas lo es más superarlas sólo. Las cuestas se suben mejor apoyados hombro con hombro.
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