Llega la Semana Santa y con ella la pasión se pasará de iglesia a iglesia caminando por las principales calles de nuestras ciudades, en silencio o a ritmo de trompetas y tambores. La Semana Santa, junto con la Navidad son seguro las dos fiestas que más se celebran en nuestro país, lo que nos recuerda nuestra tradición cristiana aunque vivamos en un país oficialmente laico y en el que la población huye cada vez más lejos de las iglesias. La Navidad la celebran los cristianos para conmemorar el nacimiento de Cristo, y los que no lo son aprovechan para estar en familia, en reuniones de lo más cristianas aunque no lo crean, y puede pasar por una celebración en la que se pierde el sentido religioso entre tanto regalo, tanto Papá Noel y tanta decoración nevada, pero la Semana Santa es pura escenografía religiosa, y su celebración se translada a unas calles repletas de gente, así que los que no se sienten cristianos pero mueren por la Semana Santa tienen pocas excusas. Vírgenes dolientes, Cristos crucificados o resucitados no dan lugar a confusiones sobre el por qué de la fiesta, y si comparamos el número de asistentes a las procesiones con el de las misas de un domingo cualquiera, veremos que la gente visita en la calle lo que no quiere visitar en la Casa de Dios. Hay que reconocer que la Semana Santa, a parte de su sentido religioso, supone un espectáculo cultural impresionante, así que ya sea por tradición, sentimiento o disfrute, que cada uno celebre lo que le parezca y crea en lo que le plazca.
Pero para muchos participar supone un importante gasto, en vestimenta para ser visto, como los nazarenos, o en abonos para ver, ya que muchas ciudades han convertido el evento en un auténtico espectáculo como el fútbol o los toros, y se puede reservar sitio más cerca de Dios, previo alquiler del mismo. Aunque corren malos tiempos y hay gente que opta por ver a Dios desde un poco más lejos pero gratis, quién sabe si para pagarse unas clases de alemán, a sabiendas de que en Alemania no hay Semana Santa pero sí trabajo y de que el Reino de los Cielos será para los pobres, porque Dios no pone precio a un puesto junto a él, aunque en la tierra nos empeñemos en ponerlo.
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