Es lo que tiene querer vender de todo. Tenían los ingredientes para hacerse ricos y seguro que lo han conseguido, pero a costa de perder la dignidad: un personaje de dibujos animados que gusta tanto a niños como a jóvenes, niños con antojos por el personaje de moda, padres con ganas de satisfacer a sus hijos y jóvenes que no quieren dejar de ser niños, y que se compran cosas de los personajes de moda de ahora, ahora que tienen dinero, porque cuando eran niños sus padres no podían complacerlos. Miles de productos en venta para millones de potenciales compradores, desde mochilas, peluches y libros, a golosinas, camisetas y sábanas. Los diseñaron y los vendieron. Pero aspiraban a vender de todo y lo han conseguido. También pijamas, disfraces y ropa interior de niño. Los fabricaron y los vendieron. Y pensaron que los adultos también comprarían pijamas y ropa interior. Y algunos dijeron que sería demasiado, que no lo conseguirían, pero lo hicieron. Y así fue como le vendieron bragas de Bob Esponja a una señora que no se quiso dar cuenta de que en navidades había comido más de la cuenta, y que las mallas le quedaban más apretadas de lo recomendado. Y así fue como Bob Esponja terminó atrapado dónde y cómo nunca pensó terminar.
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